lunes, 14 de enero de 2013

Charles de Foucauld, ser un amigo

Charles de Foucauld, ser un amigo

Padre Tony Philpot, es miembro de la Fraternidad sacerdotal Jesús-Caritas, uno de los grupos de la familia espiritual de Charles de Foucauld, compartió algunas reflexiones sobre el testimonio del Hermano Carlos a un grupo de hermanitas que se reunieron en Roma este año, en un tiempo de renovación y oración. Pensamos que sería buena idea compartir algunas de sus palabras con ustedes.

El sabía como sonreir, como hacer sentir
a gusto a la gente que lo rodeaba
 A menudo la práctica de la religión puede parecer sombría y dura.
Me acuerdo de las monjas que dirigían una escuela en mi ciudad, donde comencé mis estudios en la década de 1940. Eran mujeres buenas, pero muy graves y serias,  su espiritualidad era exigente y antipática, fundada en el miedo más que en el amor, aunque yo no creo que ellas mismos eran conscientes de ello.

Se podría haber esperado que Charles de Foucauld tuviera la misma actitud. El catecismo en su infancia enseñaba una religión muy ardua, y el acento sobre el pecado era muy fuerte. Después de su conversión y ya como adulto la religiosidad giraba sobre todo  en una mayor consciencia del pecado y de la necesidad de arrepentimiento individual; esta formación podría hacer un cristiano muy egocéntrico y rígido.

Sin embargo y a pesar de esta rigidez espiritual en la que seguramente abrevó el Hno. Carlos, lo que la gente veía en él era amistad.

Él sabía cómo sonreír, sabía cómo hacer sentir a gusto a la gente. Hay una descripción encantadora del Hermano Carlos al cruzar el desierto del Sahara, viajó con un convoy militar, y mientras todos los demás montaban caballo o camello, el Hno. Carlos caminó. Lo hacía en unas sandalias rugosas que él mismo había hecho. Cada noche, cuando llegaron al lugar donde iban a acampar, todo el mundo estaba agotado, pero el Hno. Carlos antes de acceder a su descanso daba una vuelta alrededor del campamento visitando a los soldados, tenía una bolsa llena de medicamentos que estaba acostumbrado a dar a los árabes en Beni-Abbes y que puso a disposición de las tropas, llevaba también vino de misa, para celebrar la misa de la mañana el cuál compartía con los soldados cansados ​​y sedientos.
Tenía una gran habilidad para acompañar a la gente allí donde se encontraban  y de acomodarse a sus distintas situaciones de vida, haciéndolos sentir cómodos y acogidos. Era esencialmente un hombre bueno. Un capitán que viajaba con él hablaba de su "sonrisa sin dientes".
Mientras que el Hno. Carlos seguía en Beni- Abbes, llego un general francés en visita de inspección, había escuchado acerca de este ermitaño que había sido un soldado, y decidió probarlo.
Preparo una fiesta para los oficiales que duró toda la noche, y como era común en la fiesta se bebío una cantidad de bebida junto a groseras canciones de campaña y al acostumbrado humor grueso militar, el jefe propició dicha fiesta en parte para probar a hno. Carlos, y para ver si podía hacerlo huir. Él se sorprendió al ver que el santo se mantuvo durante toda la noche, con una amabilidad extrema para todos los que estaban allí, y sin ningún tipo de desaprobación. En la madrugada el Hno. Carlos se escapó de la fiesta para celebrar la misa, el general decidió acompañarlo. Volvió al cuartel en un estado de asombro. "Yo he sido católico toda mi vida", dijo, "pero nunca he presenciado una misa como esta" fue superado tanto por la humanidad del Hermano Carlos, sino también por su santidad.
El Hno. Carlos era esencialmente
 un hombre bueno

Otro general, Laperrine, era un amigo íntimo de Charles de Foucauld. Se conocían entre sí desde que eran cadetes juntos en la universidad. Volvieron a encontrarse en Argelia, y renovaron su amistad. En 1913, escribió Laperrine del Hno. Carlos:
"Él ha conquistado los corazones de todos los europeos que lo han conocido en el Sahara, la mayoría de ellos han mantenido correspondencia con él, compartiendo sus penas y alegrías, a menudo pidiendo su consejo. Entre ellas me conozco personalmente un judío, varios protestantes, y un hombre que era el secretario del movimiento juvenil revolucionario de una gran ciudad en el sur de Francia. Lo mismo ocurrió con la población nativa. Hay Chambas y Tuaregs sin número de personas que tienen una gran veneración por él, junto con una amistad muy sólida ".

Hay un tremendo encanto de este hombre excéntrico, cuando te acercas te impresiona su hábito religioso de corte casero,  polvoriento y arrugado, sus pies gastados en esas sandalias hechas por él mismo, su extraño tocado de turbante, su olvido y despreocupación por su apariencia , pero sobre todo su sonrisa sin dientes, las risas, las líneas alrededor de los ojos, el tono de su voz, su interés real en cada individuo. Era básicamente un hombre muy amable, no un hombre severo.

Por supuesto, este estilo de amistad no comienza con el Hno. Carlos, sino que se inicia con Jesús tantos ejemplos de amor benevolente tenemos de nuestro Señor, pensar en la mujer en el pozo de Jacob,  en Juan 4, 
Jesús está viajando a través de Samaria, el cual es un lugar hostil,  se sienta junto al pozo, y a  la mujer que se acerca a sacar agua le dice.
-          "Dame de beber".
La respuesta, para empezar, es hostil,
- "¿Qué, tú, un judío, y me pides a mí un samaritano,  una copa?"
El odio racial y el sarcasmo son características normales de nuestro mundo, y siempre lo ha sido. Pero Jesús continúa, no se ofende,  no dice el Evangelio que él le sonrió, pero está claro que lo hizo. Cuando él comienza  a hablar de 'agua viva', no es una lección de catecismo! Es una invitación ...
Al comienzo del Evangelio de Juan tenemos la vocación de los primeros discípulos. Esto ocurre de la manera más amistosa. Jesús se vuelve y ve a dos que le seguían a cierta distancia, y dice:
-           "¿Qué quieren?" y dicen:
-          "Maestro, ¿dónde vives?" y él dice:
-          "Vengan y vean". Es un encuentro profundamente cariñoso y cálido. Se nos dice que "se quedaron con él el resto de ese día." Una vez más, no ha sido una lección de catecismo. Era algo mucho más personal.
Él ha conquistado los corazones de todos
Y Nicodemo, que viene por la noche para no sentirse  avergonzado, porque era un fariseo. Pero Jesús lo acoge y lo pone a gusto, de lo contrario, no se habría quedado durante tanto tiempo, mientras el Señor hablaba de nacimiento en el Espíritu, y el bautismo, y dijo estas líneas sublimes: "Sí, Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito .... "
A menudo en el trabajo que hago en la parroquia, tengo que tratar con personas que han abandonado la Iglesia, y el problema se remonta a varias generaciones. Los adultos que no están bautizados, que no saben nada acerca del Evangelio o de los sacramentos, que nunca van a la misa de inmigrantes pobres. A menudo no sé por dónde empezar. Pero estoy empezando a darme cuenta que siempre se debe comenzar con una sonrisa, con aliarse con los niños. Perder el tiempo con ellos
No debemos ser  funcionarios, debemos ser un amigo. De esta manera, puedo construir una base sobre la cual, a su manera y en su propio tiempo, el Señor puede construir.


Este articulo fue tomado de la página de facebook Blessed Charles de Foucauld http://www.facebook.com/groups/62652414530/?fref=ts
La traducción al español es propia del blog 

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